Entonces se quedó sentado, mirando sin mirar, absorto en sus pensamientos, sin medida de tiempo, dejando fluir el cansancio en su rostro, sin realizar ningún tipo de esfuerzo. A pesar del ruido de la ciudad, en su interior todo era silencio. No se percató que el día se caía en el horizonte ni que la soledad empezaba a reinar en el parque. Parecía dormido con los ojos abiertos.
Ráfagas de viento en aumento lo sacaron de su frigidez. Con un movimiento lento buscó un cigarrillo en el bolsillo de la camisa, más lentamente lo encendió, renegando un poco con la ventisca.
Igualmente parecía no vivir la realidad. Levantó más la cabeza y se quedó contemplando la luna sin parpadear. Evidentemente no pensaba en marchar. Estiró las piernas, dejándose deslizar por el banco, apoyó la nuca en el respaldo y entrecerró los ojos sin dejar de mirar la luna. La noche lo acompañaba y los grillos entonaban una serenata.
Quizás oraba, tal vez solo recordaba…
El insistía en encontrar la puerta en el espacio; necesitaba imperiosamente volver. Buscaba su déjà vu, sondeaba la oportunidad de recuperar la felicidad. No iba a renunciar a ella, aunque dejara la vida en el intento.
Alfonsina Pais