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El Espejo

EL ESPEJO

 

Se miró al espejo, sus ojeras azuladas mostraban el cansancio de varios días... ¿Días?. Ya no sabía, no quería medir el tiempo. Las medidas, en este momento, le hacían recorrer un escalofrío a lo largo de su cuerpo. Prefería ignorarlas y no estar pendiente ni del reloj, ni del almanaque, después de todo, era su problema, solo suyo; por intenso o doloroso que fuera.

Si se daba cuenta del tiempo real quizás renunciara. Eso es algo que por ahora no pensaba hacer. Esta vez estaba dispuesta llegar más allá de sus fuerzas, más allá, aunque dejara su ser, su esencia, en el intento.

 

Comenzó a cepillar su cabellera; si bien el espejo le devolvía la imagen de su cansancio, no se la veía abatida.

Esta vez jugaba sola, no compartía con nadie su carrera; quizás si lo hiciera, los demás, sus amigos y familiares, volverían a opinar y ella estaría tentada de abandonar, como sucedió en el pasado. Era consciente de haber retomado una carrera ya comenzada y abandonada. A pesar de que jamás avisó de su abandono, por ende no se percibió su partida, eso ayudó a que regresara sin tener que explicar nada. Solo ella supo de aquel intento de huída.

 

Sacó el bolso de los cosméticos, de alguna manera iba a tapar ese liliáceo de las ojeras, sino comenzarían las preguntas de quienes la apreciaban. Si bien no quería contar en qué, transcurría su vida; tampoco quería mentir. A veces su conciencia le jugaba malas pasadas. En sí se sentía deshonesta si mentía y esa manía de la conciencia de hacerla hablar... No, esta vez no, no permitiría que nada ni nadie la perturbe ni seduzca para que finalmente termine por cambiar su opinión y sume un nuevo fracaso. ¿Cuántos yerros adicionaba ya en su vida?.

 

Tomó el corrector y aplicó con esmero ahí, donde algunas veces las personas tienen bolsas, ellas no las tenía, era un punto a favor, como tampoco estaban hundidos, a veces, solo a veces si lloraba en demasía se le hinchaba un poco los contornos de los ojos, pero el aire fresco de las mañanas del invierno que en este otoño ya se anunciaba, se lo quitaba rápidamente. Mentalmente sacaba cuentas si hoy le tocaba o no, tenía un plan trazado e iba a seguirlo a destajo. Obviamente sabía que hoy no era su turno, igual lo repasaba, no quería errores.

 

Aplicó luego del corrector, la base de maquillaje que desparramó con esmero en todo su rostro. Muchas veces se preguntaba si era bella o atractiva. Atractiva era su respuesta favorita. La belleza no deja de ser efímera, más la atracción es eterna. Se sonrió ante ese antiguo pensamiento. Alguien alguna vez le había dicho que ella era atractiva más que bella, y por lo joven que era en ese momento lo odió. Con el tiempo se dio cuenta de los beneficios de la atracción, y hoy por hoy, disfrutaba de ella.

 

Ahora iluminaremos un poco con la sombra de ojos, pensó. Esto le daría un toque fresco.

Fresco?... Nuevamente navegó en su mente, ¿se podría dar sensación de frescura en la mitad de la vida?. Mmm, ese pensamiento la impacientó. Después de todo a su edad había mujeres que aun se reproducían; jugó con la respuesta y volvió a sonreír, es cierto todavía no llega mi fecha de vencimiento. -No, no, no esta vez no me daré por vencida así como así. Daré batalla sin renunciar en el intento, se dijo firmemente para sí. Aunque su carrera no pasaba por reproducirse, solo la idea la espantó y río con tenues ganas.

 

Máscara para pestañas. -Despacio... despacio, así no mancho la piel. ¡Esto está quedando muy bien, muy bien!. Y al decírselo contemplaba la apariencia que el espejo le devolvía. Realmente estaba satisfecha con el trabajo que ejecutaba. -¿Valdrá la pena?. No, nada de pensamientos negativos, no me puedo dar esos lujos. Mirándose se esforzó por sonreír; no fuera que se le diera por llorar ¡¡¡Justo ahora!!! El llanto a veces no avisa, como tampoco avisan las penas, ellas solo llegan y se acomodan en algún lugar, luego castigan al alma. Si en este instante les diera paso al llanto arruinaría el reflejo que le devolvía el espejo. -¡A matarlas con la indiferencia!, pensó. Y ese pensamiento ayudó a que la sonrisa fuera menos forzada. Después de todo estaba resultando ser su propio payaso.

 

Ya casi estamos, ya casi... algo de colorete-, se decía murmurando -pero poco o ¡me transformaré en un real payaso!. Siempre le causó gracia ver a las mujeres mayores con exceso de colorete. ¡Claro! Que si eran jóvenes, otro sería el adjetivo que ligarían. Este pensamiento le hizo soltar una carcajada que se regaló así misma. -¡¡¡Yo me amo!!! Sí, claro que me amo sino...

 

El lápiz labial sería el encargado en dar el toque final a su trabajo. Mientras se miraba en el espejo, lo tomaba entre sus manos; puso esa mueca horrorosa que siempre ponía cuando se pintaba los labios y otra vez sonó su carcajada, ¿por qué le causaba siempre gracia la mueca? Hoy no tenía ganas de hacer ningún esfuerzo para reprimirla. No, necesitaba por sobremanera sentirse alegre, no pasaba por feliz, se conformaba con sentirse de buen ánimo.

 

Volvió a la tarea de los labios, sabía que para que lucieran perfecto no solo debía remarcar su contorno, sino también ponerle brillo en su centro, eso hacía mientras se preguntaba, qué le depararía el día. ¿Habría alguna señal que le indicara si su plan tenía éxito?. Pensar esto, la ponía ansiosa. -Ya veremos, se dijo.

 

El espejo le devolvía su apariencia. -¡Vaya! ¡Qué buen trabajo!. Si esa era ella indudablemente  había perdido su alma. Solo le faltaba el perfume. -¡Ya que hicimos veinte!... no era cuestión de dejar semejante obra sin su sello, ese toque que la identificaba. Era consciente que después de tantos años de usar Channel Nº5  todos sus conocidos la identificaban con ese aroma. La percibían aun cuando no se la veía. Al mirarse en el espejo estaba conforme con ella misma, así lo decía su mirada, aunque no se terminaba de reconocer totalmente con el cambio que había creado.

 

¡Hora de partir a la mundanal rutina!. Mientras buscaba las llaves para cerrar su hogar se alisaba el saco y mentalmente verificaba sus cosas, no debía olvidarse de nada. Odiaba volver a entrar una vez que había salido. Por otra parte era indicio de mala suerte; no eran secreto de nadie sus supersticiones. Por nada tentaría a su suerte.-Todo está tan bien, que soy capaz de vencer mi propia marca y no abandonar esta lucha. Sonrió a su pensamiento.

 

Ya en la calle, se dirigió a la cochera, sacaría el auto pues no tenía ganas de esperar el bus,  tenía bastante con su espera personal como para sumar una nueva a su ansiedad por lo mínimo que ésta fuera. Igual mientras avanzaba continuaba en ella la sensación de que algo se olvidaba, pero por más que examinaba una y otra vez todo no se daba cuenta de qué podría ser. -Sea lo que sea, no volveré; se reafirmó entre dientes.

 

 

Arrancó el auto mientras trataba de deshacerse de la sensación de olvido. -Llevo todo, cerré bien la casa. Todo esta en orden, se dijo nuevamente. Si así era, ¿por qué la perseguía la idea de que algo dejaba? A pesar del presentimiento, prácticamente llegaba ya al trabajo. Ya se hundía en sus papeles... comenzaba la jornada.

 

La casa se hallaba casi sola, sin ruidos. A medida que el día avanzaba se iluminaba por los rayos de luz que se filtraban a través de las persianas. Solo estaban el silencio y en el espejo, la imagen de su dueña con las ojeras azules, fuertemente marcadas.

 

Alfonsina Pais.

 

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